“Nos quedamos llorando, filmando, mientras las lágrimas se nos caían por las mejillas”.
Nos sobran mil millones. Digámoslo sin complejos. En noviembre hemos superado los 7.500 millones de personas pisando este planeta. En el año 2000 éramos 6.000 millones y, si rebobinamos hasta 1800, la cifra se derrumba hasta 1.000 millones. No nos liemos con los números. Las casas, a veces, se quedan pequeñas. Me dirás que la esperanza de vida ha aumentado: concretamente, en 230 años, un 43%. Que la geopolítica, el estado del bienestar y los avances en biomedicina algo tendrán que decir. Nos siguen sobrando mil millones.
Cuando uno va en el atasco de cada mañana, lo piensa. Cuando mira los datos de paro, lo vuelve a pensar. También cuando se pone sobre la mesa el deshielo de los polos, la deforestación en el mundo, el problema de los refugiados y tantas cosas más. En un mundo en el que todo es poco y en el que exprimimos hasta las cáscaras nos sobran mil millones. De personas. Que abran una lista de candidatos. “Viaje a Marte”. Y, si no salen, a cara o cruz. Total, uno de cada siete es una proporción razonable. Si te toca, te aguantas. Nos vemos en Marte.
Donald Trump debe saberlo. Después de negar hasta la saciedad eso del cambio climático, ya ha puesto en marcha la solución. Volveremos a la Luna para poner una base permanente. La avanzadilla. Mientras tanto, por aquí abajo, la vida sigue igual. Con el atasco de la mañana, con lo de los polos, sin lluvia… Es Navidad. Los de National Geographic se empeñan en amargarla filmando imágenes de un oso raquítico y moribundo en Canadá. La buena noticia es que en la luna no hay osos. La mala, que nos faltan ideas o nos sobran mil millones.